La pandemia provocada por el Virus COVID-19 ha transformado la forma de vivir que conocíamos. Una vez terminado el confinamiento y las fases de desescalada, la forma en que nos relacionamos con las personas y con nuestro entorno ha cambiado de manera drástica, y nadie duda de los efectos psicológicos que esta “nueva normalidad” dejará en gran parte de la población.
Los efectos del confinamiento ya se han hecho notar entre madres y padres a los que nadie había preparado para convivir 24 horas con sus hijos sin poder salir de casa. Han aflorado los sentimientos de agobio, los cuadros de ansiedad ante la multitud de tareas a realizar de la noche a la mañana, las depresiones asociadas a la falta de ganas de hacer cosas y un bajo estado de ánimo. Si estos estados se han mantenido en el tiempo sin que pudiera ponerse remedio alguno para gestionarlos, han podido derivar en síntomas de estrés agudo, que pueden provocar enfermedades mentales como ansiedad y depresión.
Una vez pasado el confinamiento y la desescalada, los padres nos enfrentamos a una nueva situación que puede resultarnos difícil de gestionar, y que puede derivar también en trastornos psicológicos que hay que vigilar: la incertidumbre sobre la vuelta al cole debido a la tan temida segunda ola que parece que ya está aquí. En este sentido es importante señalar que resulta normal y adaptativo experimentar cierta ansiedad ante la inseguridad que nos provoca no conocer lo que nos sucederá con los colegios en un futuro próximo, o si tendremos que volver a confinarnos o regresar al Estado de Alarma. Pero sobre todo es muy importante que no anticipemos nada de lo que pueda suceder, pues es precisamente eso, la anticipación de situaciones negativas, lo que puede generarnos estrés y ansiedad.
Otro factor importante que debemos tener en cuenta los padres, es que ha cambiado la forma en que manteníamos relaciones sociales antes de la pandemia, y podemos encontrarnos con otros padres que no se comporten igual que lo hacían antes, o que transmitan desconfianza y manifiesten cierto rechazo al acercamiento social. Si generamos sentimientos relacionados con la ira o la frustración ante estas situaciones, estaremos construyendo un muro social que podrá tener consecuencias muy negativas a corto plazo, sin embargo, si cultivamos sentimientos relacionados con la empatía, el no juicio y por qué no, con el cariño, estaremos contribuyendo al bienestar social.
Por último habría que comentar el desgaste que muchos padres han sufrido durante estos meses debido a varios factores:
- Multitareas, ejerciendo en ocasiones un solo progenitor de madre, padre, profesor o profesora, ama o amo de casa, atención a sus propios padres, teletrabajo, etc.
- Pérdida del trabajo.
- Adaptación a nuevas rutinas.
- Gestión de su situación laboral en cuanto a solicitud de ayudas, situaciones de ERTES sin pagar, etc.
- Gestión del tiempo que han pasado con sus hijos: casi medio año con ellos teniendo que organizar sus rutinas, sus juegos, sus tareas escolares, sus comidas, sus ratos de ocio, etc.
- Imposibilidad de tener vacaciones.
El agotamiento mental producido por todos estos factores ha podido influir en el estado de ánimo de muchos padres y muchas madres, teniendo síntomas de depresión, cambios significativos de carácter, y pérdida de paciencia con los hijos que ha podido generar reacciones desmedidas o inadecuadas, entre otras consecuencias.
Ante este nuevo panorama, la pregunta es cómo podemos hacer para cuidar y proteger nuestra salud mental, y lo primero que deberíamos hacer es naturalizar todo aquello que estamos experimentando, en el sentido de que resulta normal sentirse angustiado, triste, confuso, agotado, enfadado o asustado ante una crisis de cualquier tipo. Es la manera de canalizar y relacionarnos con estos sentimientos lo que va a permitir que los gestionemos con éxito, o que terminen suponiendo un problema que no seamos capaces de resolver por nosotros mismos. Por eso conviene mantener la calma, tratar de permanecer positivos, tener una serie de rutinas diarias, y junto a ello tener capacidad de resiliencia y ser flexibles para poder adaptarnos a la nueva situación y a lo que está por venir, manteniendo el foco de atención principalmente en lo que está sucediendo y no en lo que está por suceder.
Aunque nos cueste, nos ayudará mucho mantener un estilo de vida saludable que incluya comer sano y de forma equilibrada, hacer ejercicio y dormir bien.
También nos ayudará mantener el contacto con amigos y familiares compartiendo con ellos no solo momentos de ocio, sino también aquellas cuestiones que nos preocupan y que nos inquietan. Siempre es importante y muy enriquecedor contar con diferentes puntos de vista.
Y si sentimos que la situación nos sobrepasa y somos incapaces de hacerle frente, no dudemos en acudir a un profesional sanitario.